26.2.08

Acabo de platicar con una amiga y su experiencia me hizo recordar la primera y única que vez que compartí hogar con desconocidos. Esto sucedió hace muchos años cuando vivía en Cancún recién desempacado de la Ciudad de México. Ya tenía chamba, coche a mi disposición y toda la cosa pero no una casa dónde vivir. Mi búsqueda comenzó, claro está, buscando algo cerca del mar en Zona Hotelera, después cerca de la laguna Nichupté y finalmente sobre la Avenida Bonampak digamos la calle que separa el área turística de la ciudad. La opción era muy buena, es cierto, una recámara en el último piso de un edificio con 4 departamentos. Un lugar pequeño con cama matrimonial, baño completo y clóset. Lo mejor de todo es que tenía una enorme terraza y vista al azul turquesa del Mar Caribe; viendo de frente hacia la izquierda se alcanzaba a ver Isla Mujeres y por la derecha el Boulevard Kukulcan en toda su extensión. Me quedaba a 5 minutos de distancia de mi trabajo y todo parecía bastante bien. Las personas que me rentaban eran unos señores mayores que se habían juntado hacía un par de años y que compartían su departamento que consistía en 3 recámaras, una ocupada por ellos y las otras por dos jóvenes que trabajaban en un Hotel. Mi espacio quedaba independiente en la parte alta pero finalmente compartía refrigerador y cocina. Para mí era una experiencia nueva y la vivía como tal, intentando adaptarme a una nueva ciudad y compañeros. Desayunaba temprano, trabajaba todo el día y prácticamente regresaba en la tarde-noche, me preparaba algo de cenar o traía algo de fuera y escuchaba música toda la noche hasta quedar dormido. Cuando me encontraba con alguno de ellos eran conversaciones cortas. Él era aprendiz de pintor y ella aprendiz de escritora, su gusto por el arte nos fue acercando poco a poco, intercambiamos ideas, conceptos y hasta una clase particular de arte con café y galletas. En apariencia llevaban una vida tranquila y cordial. Todo cambió cuando días después, entre sueños, escuché gritos que venían de abajo, no sólo gritos, verdaderos insultos, me levanté para ver qué sucedía y al acercarme pude constatar que eran ellos discutiendo con enorme intensidad en sus palabras. No se comentó nada al respecto pero semanas después un cristalazo no sólo llamó mi atención sino la de algunos peatones que pasaban por la avenida, me asomé desde la terraza y las pocas cosas que ocupaban la sala-comedor comenzaron a volar, libros por acá, pinceles, estuches, todo lo habido. Guardé discreción y esperé arriba hasta que todo se calmara. Finalmente a mí no me afectaba del todo, estaba en la parte alta y sin nadie que molestara, sin embargo la situación era incómoda. Semanas después, las cosas comenzaron a cambiar drásticamente, las recámaras en las que dormían los otros dos jóvenes fueron sustituidas por los hijos de la señora, nunca me enteré en qué momento se fueron unos y entraron otros, la situación era que hasta dos perros ya había en el departamento, gente entrando y saliendo todo el tiempo y las cosas del refrigerador, cambiaban de sitio o de plano desaparecían. Nunca fui informado de nada y el tema yo tampoco lo tocaba. Un día en la calle me topé de frente con el señor y con una pena enorme me pidió una disculpa, no se preocupe, le dije. No tiene nada que explicarme, yo ya lo había entendido todo, era una señal que indicaba que me tenía que cambiar, que no compartiera espacio con desconocidos y que buscara el lugar que me estaba esperando. Al día siguiente abrí el periódico y con enorme suerte encontré el departamento que cambió el rumbo de mi vida.

6 comentarios:

Jana dijo...

Que envidia haber vivido en cancún... pero que miedo vivir con ese tipo de gente tan decentes que se veían no? jeje
saluditos!

Jana dijo...

vienes a chihuahua? exelente!!!.. pues yo te paso el intinerario jeje. cuando andas por acá?

Anónimo dijo...

Es solo que se supone que debo de estar "triste" pero ni de pedo me siento asi, y kiero llorar haber si me pongo triste pero nomas no... jaja esta raro este pedo y un poko largo y solidario pero poes nel...
que rumbo agarraste chiko??

Annie:) dijo...

hola, hola,
como estas??? bueno acabo de leer tu comentario, quiero decirte que estas en todo lo correcto. Lastima que yo aun no he aprendido a aterrizar!
Saluditos

ANNA

Lata dijo...

Wooow. Me imagino la vista, y digo imagino porque nunca he estado en Cancún.
Pero suena a que se te fueron poniendo las cosas para que llegaras al depto. Qué incomodidad con los dones de los gritos y peor, con los dueños del lugar. horror.

Srta. Maquiavélica dijo...

wwowowow q post tan interesante, digo la primera vez q paso x aqui y ya me entere de toda tu vida jaja, no es cierto me imagino q faltan màs patoaventuras jejje, thanks x tu visita guapo